No quiero salir.
No quiero esforzarme en parecer feliz.
No quiero pensar.
Ni hablar.
Ni escribir... pero es que si no lo hago me muero.
No quiero lamentarme, ni tampoco quiero buscar el lado positivo de las cosas.
No quiero recordar el pasado, porque aún me duele.
No quiero pensar en ella, ni en todos los que quedaron atrás.
Simplemente, no quiero.
No quiero existir.
No quiero una palabra de ánimo.
Ni tampoco quiero ser atacada por estar mal.
No quiero que me compadezcan, pero tampoco quiero que me tachen de negativa.
No quiero que me noten.
Quiero ser invisible.
Quiero desaparecer.
No quiero que me digan que estoy delgada.
Ni quiero que me digan que he engordado.
No quiero que me digan que soy bonita.
Y tampoco quiero que me digan que doy asco.
No quiero tener un rostro.
Ni un cuerpo.
Tampoco quiero tener alma, aunque ya ni sé si la tengo.
Simplemente no quiero más.
No quiero quererte.
Y tampoco me importa que me quieras.
Aunque bien sé, que no lo haces.
No quiero verte con otra persona.
Pero tampoco quiero verte conmigo.
No me apetece dar vuelta la página.
Porque simplemente ya me dieron ganas de quemar el libro.
No quiero ser mi piedra de tope.
Y tampoco tengo ganas de cumplir mis metas.
No quiero irme.
Pero tampoco quiero quedarme.
Quiero no ser.
No quiero tener una varita mágica, ni soñar con mi vida perfecta.
Tampoco quiero quedarme en la cama, mirando a la nada.
No tengo fuerzas para moverme, pero tampoco quiero estar quieta.
Quiero morir.
O más bien, no quiero vivir.
Me cansé de ser.
Me cansé de estar.
Me cansé de esperar.
No quiero tener expectativas.
No quiero nada.
No quiero mi vida.
No quiero a nadie. -salvo a ti-
No me quiero. -y creo que ahí radica todo-
Estoy cerca de poner fin a todo, y no quiero ser detenida.
Se acaba la función, se apagan las luces, pueden marcharse.
Que yo me he marchado hace años.
jueves, 10 de diciembre de 2015
martes, 8 de diciembre de 2015
Sólo tú.
Todo me recuerda a ti.
Aunque, no precisamente a ti, más bien a nosotros.
A ti y a mí. A nuestras travesías. Nuestros besos. Nuestras risas. Nuestros llantos. Nuestras quejas.
Mis gritos, tus golpes a la pared.
Mi risa sarcástica, y tus lágrimas programadas.
Mis frases hirientes, y tus golpes de furia.
También recuerdo los miércoles de películas, y tu manía de dormirte en la mejor parte.
Recuerdo cuando leías, y yo observaba cada cuánto cambiabas la página, porque si te demorabas más de cinco minutos en cambiarla, yo ya daba por hecho que estabas pensando en otra persona. O que simplemente me estabas ignorando.
Recuerdo que te gustaba ir con el móvil al baño, y yo te lo escondía para que no pudieses hablar con nadie ahí dentro.
Hablemos también, de cuando te enfurecías porque dejaba las toallas del baño mojadas.
O de cuando quemé tu libro favorito porque en la página 63 tenías la carta de tu ex.
O mejor hablemos de cuando me dejaste encerrada en la habitación por 3 horas, porque no querías que fuese a comprar el detergente, porque creías que el muchacho que vendía allí quería algo conmigo.
También puedo recordar cuando me dejabas mensajes por toda la casa, porque te gustaba que yo al despertar tuviese que recordar obligatoriamente que me amabas, que estaba contigo.
De la vez que te tatuaste mi nombre con tinta de lápiz y una aguja.
Y cuando terminamos te rebanaste la piel con el cúter porque me odiabas. -Pagaría por ver tu cara cada vez que miras la cicatriz tan fea que te quedó-
Y vaya que besé esa cicatriz. Una y mil veces.
"Ahora estaré para siempre contigo", te decía con aquella sonrisa que tanto detestabas.
Me gusta pensar que estás con tu pareja actual y te pregunta el significado de aquella cicatriz. Y me gusta imaginar que todos estos recuerdos pasan por tu mente como flashbacks, y sólo puedes responder: "nada", porque te da celos y vergüenza que alguien más sepa las atrocidades que hacíamos.
Me gusta recordar cuando pasábamos horas discutiendo por cosas triviales.
Me gusta recordar que era la persona más feliz del mundo cuando despertaba y sentía el olor de tu perfume en mi almohada.
Me gustas tú.
¡Bah!, qué digo. Me gustabas.
Porque ya no eres ni la mitad de lo que solías ser.
Porque sólo eres atractivo cuando estás conmigo.
Porque yo te hacía ser esa explosión de sensaciones y contradicciones que tanto odiabas.
Porque por separado te detesto.
Porque sin mí, sólo eres tú. Y entonces, automáticamente dejas de tener gracia.
Aunque, no precisamente a ti, más bien a nosotros.
A ti y a mí. A nuestras travesías. Nuestros besos. Nuestras risas. Nuestros llantos. Nuestras quejas.
Mis gritos, tus golpes a la pared.
Mi risa sarcástica, y tus lágrimas programadas.
Mis frases hirientes, y tus golpes de furia.
También recuerdo los miércoles de películas, y tu manía de dormirte en la mejor parte.
Recuerdo cuando leías, y yo observaba cada cuánto cambiabas la página, porque si te demorabas más de cinco minutos en cambiarla, yo ya daba por hecho que estabas pensando en otra persona. O que simplemente me estabas ignorando.
Recuerdo que te gustaba ir con el móvil al baño, y yo te lo escondía para que no pudieses hablar con nadie ahí dentro.
Hablemos también, de cuando te enfurecías porque dejaba las toallas del baño mojadas.
O de cuando quemé tu libro favorito porque en la página 63 tenías la carta de tu ex.
O mejor hablemos de cuando me dejaste encerrada en la habitación por 3 horas, porque no querías que fuese a comprar el detergente, porque creías que el muchacho que vendía allí quería algo conmigo.
También puedo recordar cuando me dejabas mensajes por toda la casa, porque te gustaba que yo al despertar tuviese que recordar obligatoriamente que me amabas, que estaba contigo.
De la vez que te tatuaste mi nombre con tinta de lápiz y una aguja.
Y cuando terminamos te rebanaste la piel con el cúter porque me odiabas. -Pagaría por ver tu cara cada vez que miras la cicatriz tan fea que te quedó-
Y vaya que besé esa cicatriz. Una y mil veces.
"Ahora estaré para siempre contigo", te decía con aquella sonrisa que tanto detestabas.
Me gusta pensar que estás con tu pareja actual y te pregunta el significado de aquella cicatriz. Y me gusta imaginar que todos estos recuerdos pasan por tu mente como flashbacks, y sólo puedes responder: "nada", porque te da celos y vergüenza que alguien más sepa las atrocidades que hacíamos.
Me gusta recordar cuando pasábamos horas discutiendo por cosas triviales.
Me gusta recordar que era la persona más feliz del mundo cuando despertaba y sentía el olor de tu perfume en mi almohada.
Me gustas tú.
¡Bah!, qué digo. Me gustabas.
Porque ya no eres ni la mitad de lo que solías ser.
Porque sólo eres atractivo cuando estás conmigo.
Porque yo te hacía ser esa explosión de sensaciones y contradicciones que tanto odiabas.
Porque por separado te detesto.
Porque sin mí, sólo eres tú. Y entonces, automáticamente dejas de tener gracia.
jueves, 19 de noviembre de 2015
Atarme a la otra esquina.
Dijiste que era tu kamikaze favorito. Y yo estaba dispuesta a serlo por ti.
Hoy, veo que no me queda otra opción, que atarme a la otra esquina, esperando que en algún momento, decidas cortar la cuerda que no me deja volver a ti.
Y quiero que lo hagas...
Pero te conozco. Te conozco más de lo que te conoces a ti mismo, y sé que no lo harás.
Sé que terminaré por cortar la cuerda yo sola, y volveré a ti como siempre, pero cada vez más rota.
¡Y que se joda la libertad!
¡Qué se joda el amor recíproco!
¡Qué te jodas tú!
Pero conmigo.
Perdón por seguir atada a ti.
Perdón por no olvidarte, y perdóname otra vez, por no saber quererte.
Y es que lo que estoy diciendo no tiene pies ni cabeza, pero sí corazón.
Y tienes el mío. Para siempre.
Tienes mi amor, para ti solo. En todos los tiempos, y sin condicionales.
Te extraño, y lo cierto es que vengo haciéndolo desde que te conocí.
No pienses que te estoy dejando, porque eso jamás pasará.
Sí. Me quedo y me voy.
Me voy, pero me quedaré siempre.
A diferencia de ti... que siempre vuelves, pero jamás te quedas.
Que siempre te vas, pero jamás has venido realmente.
Gracias por no saber amarme.
Gracias por todo lo que me diste, que no ha sido poco.
Gracias por enseñarme que también se puede amar a quien te da migajas. A quien te quiere a medio tiempo.
Gracias por enseñarme que se puede vivir sin tu otra mitad.
Gracias por romperme.
Gracias por no coserme.
Gracias por todo, y gracias por nada.
Gracias le doy yo a la vida, por ponerte en mi camino.
Gracias por ser mi luna menguante, mi otra mitad.
Y si gustas, puedes volver a mí las veces que quieras...
Si tan sólo fueses de los que vuelven.
lunes, 16 de noviembre de 2015
Desde entonces ningún sábado es igual.
No puedo sacar la escena de mi cabeza.
Una y otra vez repitiéndose como cuando repites tu canción favorita.
Día sábado por la noche. Yo, llegando bebida. Te pregunto lo que ya era costumbre para ti, lo que tanto te aburría: "¿Me amas?
Me miras con cara de furia, te acercas a mí y me empujas: "Estás borracha, ¡otra vez estás borracha!"
Me acerco para darte un beso, pero es inútil. En tus ojos veo la mirada. Esos ojos de odio que me venías poniendo desde hace un tiempo.
-¿Qué te pasa? .-y me caigo al piso porque siento que ya no puedo permanecer de pie.
-"Nada, simplemente me das asco."- Me dices sin ningún remordimiento.
-Me pongo a llorar patéticamente, como una borracha dolida que sufre por amor-
Y agrego: "Pues entonces vete, maldito parásito", .-y suelto una carcajada de esas burlescas que tanto odias.
"No falta tanto para eso; créeme. Pero, ¿parásito yo?, cariño, la que llega bebida todos los días de la semana, eres tú".
Y te odié por decirme eso. Dios... te odié como nunca había odiado a alguien.
Me pongo de pie con ayuda de la mesa de centro, y voy al baño. Me meto bajo la ducha y dejo el agua fría correr por mi cuerpo.
Una vez ya más compuesta, salgo como puedo y me voy directo a la cama.
Me empujas con una fuerza que no pensaba que tenías, y me gritas: "¡Basta! ¡Estás mojando todo!
Caigo al piso, y me echo a reír.
Me miras con cara de súplica. Y me imploras: "Por favor... déjame ir".
Y yo le digo: "No sabes en qué estás metida... simplemente no sabes. Ni aunque quieras puedes irte. Jamás podrás". Y me sigo riendo sin poder mover ni un musculo de tan borracha. Las ganas de vomitar se apoderan de mí, y en menos de lo que canta un gallo, ahí está, todo sucio. Vómito por todas partes.
Te agachas y me recoges el cabello. Me haces cariño en la cabeza y me llevas al baño. Me dejas allí, te vas a limpiar la mierda llorando, porque escucho los sollozos desde el baño, y una mueca sale de mi rostro sin querer. La mueca de quien ha triunfado. Esos sollozos me declaran la ganadora.
Vuelves al cuarto de baño con una taza de café. Me dejas allí.
Cuando logro encontrarme mejor, ya no estás...
Te llamo y te llamo al celular, pero comienza a sonar tu bolso.
Reviso tus cosas y ni siquiera llevaste dinero. Entonces lo entiendo... estás con alguien.
La mueca pronto desaparece, y comienzan a brotar las lágrimas.
Me tapo la cara con las manos y las voces aparecen.
Hago mierda tu ropa, la corto en mil pedazos con aquellas tijeras viejas de la cocina.
Tomo tu dinero y lo boto al escusado.
El estado de manía me persigue y no puedo hacer nada para calmarme.
Voy hacia nuestra habitación y tomo todas nuestras fotos y las pongo en lugares estratégicos, con mensajes bastante agresivos.
Enciendo el gas de la cocina.
Comienza a ponerse denso el ambiente, en cualquier minuto siento que voy a caer dormida.
Se abre la puerta, y tu cara de estupefacción es sublime. Corres hacia la cocina y te vuelves hacia mí.
Me dices: "Estás enferma..." .-Y te largas a llorar.
Te acercas y me muestras la bolsa de la farmacia. Habías ido a comprar sales de frutas para mi borrachera.
El corazón se me aprieta, y sólo sé que la he cagado.
Te miro a los ojos, y digo: "Pues ya ves... pensé mal".
-Te tiras conmigo al piso, te pones en posición fetal y nos abrazamos. Pasas la mano por mi cabello, y me susurras: "Jamás te dejaré, aunque me vaya".
Una y otra vez repitiéndose como cuando repites tu canción favorita.
Día sábado por la noche. Yo, llegando bebida. Te pregunto lo que ya era costumbre para ti, lo que tanto te aburría: "¿Me amas?
Me miras con cara de furia, te acercas a mí y me empujas: "Estás borracha, ¡otra vez estás borracha!"
Me acerco para darte un beso, pero es inútil. En tus ojos veo la mirada. Esos ojos de odio que me venías poniendo desde hace un tiempo.
-¿Qué te pasa? .-y me caigo al piso porque siento que ya no puedo permanecer de pie.
-"Nada, simplemente me das asco."- Me dices sin ningún remordimiento.
-Me pongo a llorar patéticamente, como una borracha dolida que sufre por amor-
Y agrego: "Pues entonces vete, maldito parásito", .-y suelto una carcajada de esas burlescas que tanto odias.
"No falta tanto para eso; créeme. Pero, ¿parásito yo?, cariño, la que llega bebida todos los días de la semana, eres tú".
Y te odié por decirme eso. Dios... te odié como nunca había odiado a alguien.
Me pongo de pie con ayuda de la mesa de centro, y voy al baño. Me meto bajo la ducha y dejo el agua fría correr por mi cuerpo.
Una vez ya más compuesta, salgo como puedo y me voy directo a la cama.
Me empujas con una fuerza que no pensaba que tenías, y me gritas: "¡Basta! ¡Estás mojando todo!
Caigo al piso, y me echo a reír.
Me miras con cara de súplica. Y me imploras: "Por favor... déjame ir".
Y yo le digo: "No sabes en qué estás metida... simplemente no sabes. Ni aunque quieras puedes irte. Jamás podrás". Y me sigo riendo sin poder mover ni un musculo de tan borracha. Las ganas de vomitar se apoderan de mí, y en menos de lo que canta un gallo, ahí está, todo sucio. Vómito por todas partes.
Te agachas y me recoges el cabello. Me haces cariño en la cabeza y me llevas al baño. Me dejas allí, te vas a limpiar la mierda llorando, porque escucho los sollozos desde el baño, y una mueca sale de mi rostro sin querer. La mueca de quien ha triunfado. Esos sollozos me declaran la ganadora.
Vuelves al cuarto de baño con una taza de café. Me dejas allí.
Cuando logro encontrarme mejor, ya no estás...
Te llamo y te llamo al celular, pero comienza a sonar tu bolso.
Reviso tus cosas y ni siquiera llevaste dinero. Entonces lo entiendo... estás con alguien.
La mueca pronto desaparece, y comienzan a brotar las lágrimas.
Me tapo la cara con las manos y las voces aparecen.
Hago mierda tu ropa, la corto en mil pedazos con aquellas tijeras viejas de la cocina.
Tomo tu dinero y lo boto al escusado.
El estado de manía me persigue y no puedo hacer nada para calmarme.
Voy hacia nuestra habitación y tomo todas nuestras fotos y las pongo en lugares estratégicos, con mensajes bastante agresivos.
Enciendo el gas de la cocina.
Comienza a ponerse denso el ambiente, en cualquier minuto siento que voy a caer dormida.
Se abre la puerta, y tu cara de estupefacción es sublime. Corres hacia la cocina y te vuelves hacia mí.
Me dices: "Estás enferma..." .-Y te largas a llorar.
Te acercas y me muestras la bolsa de la farmacia. Habías ido a comprar sales de frutas para mi borrachera.
El corazón se me aprieta, y sólo sé que la he cagado.
Te miro a los ojos, y digo: "Pues ya ves... pensé mal".
-Te tiras conmigo al piso, te pones en posición fetal y nos abrazamos. Pasas la mano por mi cabello, y me susurras: "Jamás te dejaré, aunque me vaya".
martes, 3 de noviembre de 2015
Pronto.
Siempre me gustó cambiar.
Cambiar de ropa,
de estilo, de amigos,
y por sobre todo, de personalidad.
Me gusta fingir.
Finjo personalidades obsoletas, con la intención de ponerlas de moda.
Y también a veces resulta tentador fingir la personalidad que se está llevando de moda.
¿Cuál me sienta mejor?, ¿Cuál es más codiciada?
Lo hago a menudo. No puedo evitarlo, es parte de mí.
Aunque no es tan extraño.
A veces me calma pensar que todas las personas hacen lo mismo, simplemente no se dan cuenta, o se afianzan demasiado a un solo personaje porque son demasiado estúpidas para hacer el cambio.
Y es que cambiar requiere disciplina. Perseverancia. Y a mí me sobran ambas.
Justamente eso hice. Me volví perezosa.
Me afiancé a la peor personalidad que he escogido, la que está de moda hoy en día.
Ya saben de cuál hablo. La drogadicta, que no piensa en los problemas y vive el día a día porque: "La vida es una sola". Me siento estúpida de sólo admitirlo.
Aunque, por un momento fui feliz, no lo niego.
Disfruté algunas partes.
Comía sin pensar demasiado en sus calorías.
Me drogaba y alcoholizaba hasta no saber de nadie ni nada.
Vi películas tontas, y leí libros aún más tontos.
No pensaba más allá del primer paso de nada, esa era la clave. Vivía el momento. Hacer algo y joderte, porque eres demasiado perezosa como para cambiarlo.
Conformarte. Volverte mediocre.
Me bebía una cerveza y no pensaba en cómo reciclar la lata, o sobre lo mucho que me engordaría.
Me dediqué a ser una estúpida. Una más de tantas.
Desperdicié una parte de mi vida. Así, sin más.
Mientras más tonta y superficial me volvía, más feliz me sentía.
Pero es una felicidad falsa. Porque, en el fondo, sé que no es así. Que estoy fingiendo. Y me odié por no tener la fuerza para cambiar.
Y probablemente fui más feliz así, que en cualquier otra etapa de mi vida.
Fui más feliz fingiendo ser otra persona, y me apena admitirlo.
Pero ahora lo entiendo. Tengo que parar, porque no es real. ¡No soy yo, maldita sea!
Me esforcé mucho por ser despreocupada. Pero resultó ser insostenible.
De modo que tengo que cambiar.
Porque, fingiendo ser otra persona, me di cuenta de que tengo una personalidad real. La cual es mucho mejor, más interesante, complicada, desafiante, e inteligente que la personalidad falsa que estoy llevando ahora.
Así que sí, hasta aquí llega todo.
Se viene un cambio. Uno de los buenos.
Se verá lo que nunca antes ha sido visto. YO.
Un yo REAL.
Un yo que me encanta. Que es brillante y preocupada. Disciplinada, y estática.
Quiero ver la cara de todos cuando me quite la máscara...
Cambiar de ropa,
de estilo, de amigos,
y por sobre todo, de personalidad.
Me gusta fingir.
Finjo personalidades obsoletas, con la intención de ponerlas de moda.
Y también a veces resulta tentador fingir la personalidad que se está llevando de moda.
¿Cuál me sienta mejor?, ¿Cuál es más codiciada?
Lo hago a menudo. No puedo evitarlo, es parte de mí.
Aunque no es tan extraño.
A veces me calma pensar que todas las personas hacen lo mismo, simplemente no se dan cuenta, o se afianzan demasiado a un solo personaje porque son demasiado estúpidas para hacer el cambio.
Y es que cambiar requiere disciplina. Perseverancia. Y a mí me sobran ambas.
Justamente eso hice. Me volví perezosa.
Me afiancé a la peor personalidad que he escogido, la que está de moda hoy en día.
Ya saben de cuál hablo. La drogadicta, que no piensa en los problemas y vive el día a día porque: "La vida es una sola". Me siento estúpida de sólo admitirlo.
Aunque, por un momento fui feliz, no lo niego.
Disfruté algunas partes.
Comía sin pensar demasiado en sus calorías.
Me drogaba y alcoholizaba hasta no saber de nadie ni nada.
Vi películas tontas, y leí libros aún más tontos.
No pensaba más allá del primer paso de nada, esa era la clave. Vivía el momento. Hacer algo y joderte, porque eres demasiado perezosa como para cambiarlo.
Conformarte. Volverte mediocre.
Me bebía una cerveza y no pensaba en cómo reciclar la lata, o sobre lo mucho que me engordaría.
Me dediqué a ser una estúpida. Una más de tantas.
Desperdicié una parte de mi vida. Así, sin más.
Mientras más tonta y superficial me volvía, más feliz me sentía.
Pero es una felicidad falsa. Porque, en el fondo, sé que no es así. Que estoy fingiendo. Y me odié por no tener la fuerza para cambiar.
Y probablemente fui más feliz así, que en cualquier otra etapa de mi vida.
Fui más feliz fingiendo ser otra persona, y me apena admitirlo.
Pero ahora lo entiendo. Tengo que parar, porque no es real. ¡No soy yo, maldita sea!
Me esforcé mucho por ser despreocupada. Pero resultó ser insostenible.
De modo que tengo que cambiar.
Porque, fingiendo ser otra persona, me di cuenta de que tengo una personalidad real. La cual es mucho mejor, más interesante, complicada, desafiante, e inteligente que la personalidad falsa que estoy llevando ahora.
Así que sí, hasta aquí llega todo.
Se viene un cambio. Uno de los buenos.
Se verá lo que nunca antes ha sido visto. YO.
Un yo REAL.
Un yo que me encanta. Que es brillante y preocupada. Disciplinada, y estática.
Quiero ver la cara de todos cuando me quite la máscara...
viernes, 23 de octubre de 2015
Que el castigo vaya acorde al crimen.
Te dije una vez: "Yo cuando me voy, lo hago para siempre. Soy de las que se va para no regresar".
Y no mentí. De hecho, es así.
Pero, cariño. El que se ha ido de mi lado has sido tú.
Y yo también dije: "El que me la hace, me la paga". Y tú estás por pagar.
Porque mi corta memoria no se aplica cuando me han hecho daño.
Hoy me heriste, si, y no lo voy a negar porque hipócrita se me quedaría corto.
Me dueles, y me vas a doler mañana también.
Pero pasaste por alto algo. Yo también sé hacer daño.
Y recuerda, que a éste lobo con piel de oveja no se le olvidan las cosas.
Y aunque pasen meses, días, y años. Me las vas a pagar.
Una por una.
Y cada vez que escuches mi nombre, juro por todo lo que tengo, y por todo lo que perdí, que tu estómago se encogerá, tus piernas temblarán, tu cabeza me maldecirá, y no sabrás nada más que cagarte en tus propios muertos.
Vamos a ver quién ríe último.
Qué conmigo no se juega, qué conmigo la has cagado.
Así que sí vamos a jugar a policías y ladrones.
Que el castigo vaya acorde al crimen.
Y no mentí. De hecho, es así.
Pero, cariño. El que se ha ido de mi lado has sido tú.
Y yo también dije: "El que me la hace, me la paga". Y tú estás por pagar.
Porque mi corta memoria no se aplica cuando me han hecho daño.
Hoy me heriste, si, y no lo voy a negar porque hipócrita se me quedaría corto.
Me dueles, y me vas a doler mañana también.
Pero pasaste por alto algo. Yo también sé hacer daño.
Y recuerda, que a éste lobo con piel de oveja no se le olvidan las cosas.
Y aunque pasen meses, días, y años. Me las vas a pagar.
Una por una.
Y cada vez que escuches mi nombre, juro por todo lo que tengo, y por todo lo que perdí, que tu estómago se encogerá, tus piernas temblarán, tu cabeza me maldecirá, y no sabrás nada más que cagarte en tus propios muertos.
Vamos a ver quién ríe último.
Qué conmigo no se juega, qué conmigo la has cagado.
Así que sí vamos a jugar a policías y ladrones.
Que el castigo vaya acorde al crimen.
sábado, 10 de octubre de 2015
Vuelves.
Hay sueños de los que deseas no despertar nunca.
Tú eras uno de ellos.
Mi mayor sueño.
El más real y complicado.
Tan efímera y sin tiempo.
Y hoy, me alegra decir, que soñé contigo.
Tú y yo. Y cómo me gusta decir esas tres palabras con tanta historia detrás.
Tú y yo felices, como siempre, pero en los sueños parecemos estarlo aún más.
Casi no recordaba lo que se sentía pasar la mano por tu cabello y soltar una carcajada.
Besar tu nariz y tocar con la yema de mis dedos cada parte de tu rostro.
Tocar tus pestañas, y hacerle el amor una y otra vez a tus bellas manos.
Tu mano y la mía unidas. La mejor unión jamás vista.
Pero como siempre, el despertar llega. Y con él viene la realidad.
Realidad en la que no estás.
Realidad que me hace temblar y llorar.
Una mañana rara, sí. Eso ha sido.
Pero maravillosa, a fin de cuentas.
Porque, cariño, despertar y ver un mensaje tuyo es la felicidad más pura que he sentido.
Y con ese mensaje, han vuelto las mariposas que creía muertas.
Y con las mariposas llega el amor.
Amor que creía tener enterrado.
No hay nada que se compare a ver un te amo tuyo.
Y aunque sé de sobra, que esto no cambia nada.
Algo dentro de mí sabe, que sigo siendo tuya.
Y lo seguiré siendo las veces que quieras.
Porque, a pesar de todo, por ti, estaría dispuesta a romperme las veces que sean necesarias.
Mi amor por ti no tiene tiempos ni condicionales.
viernes, 9 de octubre de 2015
Dueles.
Siempre
creí que no había nada más doloroso que la traición de un ser querido, pero
como siempre; me equivoqué.
Y es
que, lo que más duele no es ser traicionado, sino traicionar. Hacer lo que
odias que te hagan, y superarlo con creces.
Duele
intentar volver con complejos de Dioses, y ser rechazados.
Duele
volver a intentar reconstruir los pedazos que tú mismo te encargaste de romper, y darte cuenta de que esa persona ya lo
tiene todo arreglado, y con ayuda de alguien que no eres tú.
Y duele darse un golpe fuerte con la realidad. Y entender; que tú no eres tan irreemplazable como te pensabas. Y que en realidad tus besos no son tan únicos como te decían.
Duele
llorar por alguien.
Pero
duele más llorar sin alguien.
Me duele
recordar tu perfume.
Pero duele más sentirlo cerca, y no poder pasar mi boca por tu cuello.
Duelen,
tantas cosas.
Pero
nada me duele como tú.
Tú, mi carta
de la suerte.
Aún me dueles
Si te respiro
cerca.
martes, 29 de septiembre de 2015
Ella. {Tú}
Tan real como un escrito de Bukowski.
Tan despampanante como el primer ocaso de verano.
Tan viva como la primavera.
Tan seria como el silencio después de una discusión.
Tan desnuda de alma, sin necesidad de quitarse una sola prenda.
Y tan fría como la nieve.
De manos heladas, y un corazón que quemaba.
De cabello ondulado y cuerpo de reloj de arena.
Con un culo que sólo una Diosa era digna de poseer.
Y curvas que mataban a quien osase mirarle.
De todos y de nadie.
Todo y nada.
Mía, y de cien personas más.
Y es que... mirarla era como escuchar tu canción favorita un millón de veces.
Tenía la capacidad de ser descubierta y amada a partes iguales.
Como esa prenda de ropa que compras con todas las ansias de usarla siempre, y luego, cuando llegas a casa, no sabes ni cómo combinarla.
Así era ella.
Mi mejor error.
Mi equivocación favorita.
Inesperada y fugaz.
Tan perfecta sin necesidad de sentirse así.
Tan rota que dolía.
Y tan mía, y tan de nadie.
Era... todo lo que odiaría de alguien que no fuese ella.
Pero, sólo por ser ella, le concedía el deseo de ser mi una en un millón.
Tan despampanante como el primer ocaso de verano.
Tan viva como la primavera.
Tan seria como el silencio después de una discusión.
Tan desnuda de alma, sin necesidad de quitarse una sola prenda.
Y tan fría como la nieve.
De manos heladas, y un corazón que quemaba.
De cabello ondulado y cuerpo de reloj de arena.
Con un culo que sólo una Diosa era digna de poseer.
Y curvas que mataban a quien osase mirarle.
De todos y de nadie.
Todo y nada.
Mía, y de cien personas más.
Y es que... mirarla era como escuchar tu canción favorita un millón de veces.
Tenía la capacidad de ser descubierta y amada a partes iguales.
Como esa prenda de ropa que compras con todas las ansias de usarla siempre, y luego, cuando llegas a casa, no sabes ni cómo combinarla.
Así era ella.
Mi mejor error.
Mi equivocación favorita.
Inesperada y fugaz.
Tan perfecta sin necesidad de sentirse así.
Tan rota que dolía.
Y tan mía, y tan de nadie.
Era... todo lo que odiaría de alguien que no fuese ella.
Pero, sólo por ser ella, le concedía el deseo de ser mi una en un millón.
miércoles, 22 de julio de 2015
Por ser tú, simplemente tú.
Cuando pienso en ti, se queda corta la palabra amor.
Cuando pienso en ti, te deseo. Te amo.
Cuando pienso en ti, veo luz.
Porque eres luz. Mi luz.
Eres todo por sí sola, y eres todo para mí.
Te amo por como eres.
Te amo por el solo hecho de existir.
Te amo con tus quejas y tus paranoias.
Te amo con tu humor negro, y tu estado de ánimo siempre tan neutro.
Te amo por amarme, así, con tantos fallos.
Sietes meses de amor.
Siete meses y más, de amarte.
Siete meses en donde mi amor por ti crece cada día.
Sietes meses de películas, series, risas, discusiones, celos, dibujos, imágenes, textos, cariño, y siete meses de ser la persona más feliz a tu lado.
Te amo, cariño mío.
Te amo tanto que siete meses se me hace una cifra infinitamente corta, porque me quiero pasar la vida a tu lado.
Te amo tanto, que no me importaría pasar la vida recostada a tu lado, matando el tiempo.
Te amo tanto, que me proyecto contigo siempre.
¿Te cuento una infidencia?, a veces me cuesta trabajo pensar en que te tengo para mí.
Me cuesta trabajo creer en la suerte que tengo al estar con la persona más bella del planeta.
Me cuesta trabajo despertar en las mañanas, y saber que hay un mensaje tuyo, porque simplemente no me creo lo feliz que me hace saber que estas ahí, para mí. Conmigo.
Y me cuesta trabajo estar a tu altura, porque siempre lo he pensado, y siempre lo haré; eres mil veces mejor que yo, por el simple hecho de aguantarme.
Gracias por los siete meses más bellos.
Y gracias por lo que se nos viene.
Gracias por amarme, aunque siempre me ha parecido patético dar las gracias por esto último, pero no sé de otra cosa que no sea agradecer el cariño inmenso que depositas en mí cada día.
Te amo, mi amor. Te amo en cada letra, en cada palabra. Te amo con todo mi corazón. Te amo, y te amaré siempre. Felices siete meses, y feliz la vida que nos queda por delante.
Porque, juntas o no, en un futuro, te seguiré amando.
Pd: Me hace sentir afortunada saber que leerás esto, porque tú, a diferencia de otras y otros, me amas así, completa, con blog, con textos, con ideas y proyecciones. Me amas a mí y amas a mi pasado. Eres única, mi vida.
Yo por ti, mataría.
Yo por ti, doy mi vida, y más.
Cuando pienso en ti, te deseo. Te amo.
Cuando pienso en ti, veo luz.
Porque eres luz. Mi luz.
Eres todo por sí sola, y eres todo para mí.
Te amo por como eres.
Te amo por el solo hecho de existir.
Te amo con tus quejas y tus paranoias.
Te amo con tu humor negro, y tu estado de ánimo siempre tan neutro.
Te amo por amarme, así, con tantos fallos.
Sietes meses de amor.
Siete meses y más, de amarte.
Siete meses en donde mi amor por ti crece cada día.
Sietes meses de películas, series, risas, discusiones, celos, dibujos, imágenes, textos, cariño, y siete meses de ser la persona más feliz a tu lado.
Te amo, cariño mío.
Te amo tanto que siete meses se me hace una cifra infinitamente corta, porque me quiero pasar la vida a tu lado.
Te amo tanto, que no me importaría pasar la vida recostada a tu lado, matando el tiempo.
Te amo tanto, que me proyecto contigo siempre.
¿Te cuento una infidencia?, a veces me cuesta trabajo pensar en que te tengo para mí.
Me cuesta trabajo creer en la suerte que tengo al estar con la persona más bella del planeta.
Me cuesta trabajo despertar en las mañanas, y saber que hay un mensaje tuyo, porque simplemente no me creo lo feliz que me hace saber que estas ahí, para mí. Conmigo.
Y me cuesta trabajo estar a tu altura, porque siempre lo he pensado, y siempre lo haré; eres mil veces mejor que yo, por el simple hecho de aguantarme.
Gracias por los siete meses más bellos.
Y gracias por lo que se nos viene.
Gracias por amarme, aunque siempre me ha parecido patético dar las gracias por esto último, pero no sé de otra cosa que no sea agradecer el cariño inmenso que depositas en mí cada día.
Te amo, mi amor. Te amo en cada letra, en cada palabra. Te amo con todo mi corazón. Te amo, y te amaré siempre. Felices siete meses, y feliz la vida que nos queda por delante.
Porque, juntas o no, en un futuro, te seguiré amando.
Pd: Me hace sentir afortunada saber que leerás esto, porque tú, a diferencia de otras y otros, me amas así, completa, con blog, con textos, con ideas y proyecciones. Me amas a mí y amas a mi pasado. Eres única, mi vida.
Yo por ti, mataría.
Yo por ti, doy mi vida, y más.
jueves, 2 de julio de 2015
Martes de infierno.
Me puse a pensar, y en esa manía loca que tengo por recordar lo que me hace daño, te recordé a ti.
Y lamento informarte, que cuando te recuerdo, nos recuerdo a ambas. Y eso incluye, por supuesto, las peleas.
Cómo olvidar los martes por la tarde.
Tú enfadada porque las cosas no habían salido igual de bien que un sábado, ni tan mal como un lunes. Odiabas el punto medio, y yo también, debo admitir.
Un café para ambas, que al principio disfrutábamos. Luego, la rutina fue matando poco a poco. Y ya no te gustaba tan cargado como a mí.
"Hazme uno para mí sola. No tan cargado y con 3 de azúcar",- decías.
Y ahí iba yo; de mala gana, claro.
Entonces te lo servía. Lo probabas y ponías tu clásica cara de asco.
"Te quedó mal".- decías sin ninguna culpa.
"Pues prepárate uno tú".- decía yo, con cara de hastío.
Entonces girabas la cara y te ponías a leer.
Y yo, como perro que vuelve a su dueño, volvía a ti, y me ponía tu lado... sólo me bastaba con estar a tu lado.
Podían pasar horas sin dirigirnos la palabra. Y luego mi ansiedad por romper el silencio me vencía.
"¿Y qué tal el día?".- le decía tapando las letras de su libro.
"Pues como día martes".- y me quitabas la mano.
Y ahí iba yo, con el orgullo herido de a quien vienen ignorando hace mucho.
"Llevas media hora en la misma página. No intentes ignorarme. Jamás supiste hacerlo bien".
Y ahí se armaba la clásica pelea de quienes ya no se soportan, mas el cariño las mantiene unidas.
Y decías con la boca entrecerrada: "Siempre quieres controlarlo todo..."
Entonces, claro, me molestaba. Y venía lo típico.
"Pues si no te gusta lárgate".- Le soltaba yo. -Pero en realidad jamás lo quise-. Era la clásica frase de día martes, que necesitaba decir, pero no quería realmente que pasase.
"Lo haría si pudiera, y lo haré. No lo dudes".- dijiste.
Y lo hiciste... claro que lo hiciste. Y no ése martes. Pero terminaste por irte...
Entonces te apartabas de mi lado. Yo me daba una ducha. Y me acostaba.
Ahí llegabas tú. Con prepotencia, claro. Como creyéndote dueña.
Y apagabas la puta luz.
Odiaba que apagaras la luz sin preguntarme. Odiaba cada diminuta cosa que hacías.
Hasta que entonces,y para sorpresa de ambas... rompiendo la rutina de día martes...
Me levanté enfurecida, -Y ni siquiera sé el porqué de mi molestia, pero sentía que te odiaba tanto. Dios, que si no te hubiese amado como te amaba, juro por lo que más he querido en la vida, que eres tú, que te habría matado. Sí. Hubiese enterrado un cuchillo directo a tu pecho. Y no una vez. Cientos de veces. Quizás así no te hubieses ido....-, prendí la puta luz, y dije lo que no debí decir jamás.
"¡¿Ya no me amas, es eso, no?!"
Te levantaste y dijiste un cortante: "Da igual".
-Y vaya que no lo demostré, pero mi corazón se rompió, y no en dos, ni en tres, ni en cuatro partes. Sino en millones.-
"Entonces toma tus putas cosas y te vas. No te soporto más. Te odio. Odio cada cosa de ti. Eres una perra. No sé qué hago contigo. ¡Mírate!, ni siquiera eres bonita- mentí- Ni exitosa. No tienes nada. Jamás estarás a mi altura."
No derramaste ni una sola lágrima. -Y creo que eso fue lo que más me dolió, porque sé, que en otros tiempos, habrías rompido en llanto, mas no fue así. ¿Tan cansada estabas de mí?- y dijiste:
"Sí. Tienes razón. Jamás estaré a tu altura. Y sí. No soy bonita. Tampoco exitosa. No soy nada." -Hiciste una pausa- y luego agregaste: "No soy nada a tu lado"...
-Hiciste otra pausa, como la de alguien que traga su propio nudo en la garganta para evitar llorar- y agregaste: "Quizás me odies. A estas alturas ya ni sé. Pero yo sí sé qué siento por ti, y lo que sé, es que me tienes harta. Tanto así que he intentado ignorarte por mucho tiempo, a ver si así tu estúpida cabeza hueca se da cuenta de que ya no te aguanto. De que me está comiendo la impaciencia de conocer a alguien más y largarme. De que me agotas. Y que, para lo único que me vienes sirviendo el último tiempo, es para quitarme las ganas. Y ya ni eso haces bien". -Me lancé a empujarla, y me quitó las manos de encima- para agregar: "Jamás te creí cuando me dijiste que eras una mierda. Ni una sola vez. Jamás. Siempre estuve a tu lado. Te aguanté y te quise como nadie. Pero perdiste la magia. No entendía cómo es que alguien tan bonita, y tan inteligente como tú, podía estar sola, y más aún, fijarse en mí. Pero ahora todo calza. ERES UNA BASURA. ERES LO QUE NADIE QUERRÍA TENER AL LADO. ERES UN PARÁSITO QUE INTENTA MANIPULAR TODO A SU ANTOJO. BAJAS EL AUTOESTIMA DE LAS PERSONAS PARA QUE DEPENDAN DE TI, PERO SÓLO LO HACES POR QUE ERES TÚ LA DEPENDIENTE. Y sí, me voy a ir. Pero no hoy. Estoy demasiado dolida y demasiado agotada. Quizás la próxima semana. Quizás en un mes. Pero entiende, psicótica enferma, ya no quiero más guerra, déjame dormir de una puta vez".
Sinceramente, no sé qué cara habré puesto. Pero algo en mí hizo click. Y sólo pude tenderme en la cama y acurrucarme. Me sentía humillada. Vencida. Patética y sola, muy sola.
-Se apagó la luz-
-Silencio-
-Me abraza, me da un beso en la mejilla y musita un cálido y frágil: "Te amo y siempre será así, pero nos hacemos daño".
-Le tomo la mano, entrelazamos los dedos, y dormimos.-
Y lamento informarte, que cuando te recuerdo, nos recuerdo a ambas. Y eso incluye, por supuesto, las peleas.
Cómo olvidar los martes por la tarde.
Tú enfadada porque las cosas no habían salido igual de bien que un sábado, ni tan mal como un lunes. Odiabas el punto medio, y yo también, debo admitir.
Un café para ambas, que al principio disfrutábamos. Luego, la rutina fue matando poco a poco. Y ya no te gustaba tan cargado como a mí.
"Hazme uno para mí sola. No tan cargado y con 3 de azúcar",- decías.
Y ahí iba yo; de mala gana, claro.
Entonces te lo servía. Lo probabas y ponías tu clásica cara de asco.
"Te quedó mal".- decías sin ninguna culpa.
"Pues prepárate uno tú".- decía yo, con cara de hastío.
Entonces girabas la cara y te ponías a leer.
Y yo, como perro que vuelve a su dueño, volvía a ti, y me ponía tu lado... sólo me bastaba con estar a tu lado.
Podían pasar horas sin dirigirnos la palabra. Y luego mi ansiedad por romper el silencio me vencía.
"¿Y qué tal el día?".- le decía tapando las letras de su libro.
"Pues como día martes".- y me quitabas la mano.
Y ahí iba yo, con el orgullo herido de a quien vienen ignorando hace mucho.
"Llevas media hora en la misma página. No intentes ignorarme. Jamás supiste hacerlo bien".
Y ahí se armaba la clásica pelea de quienes ya no se soportan, mas el cariño las mantiene unidas.
Y decías con la boca entrecerrada: "Siempre quieres controlarlo todo..."
Entonces, claro, me molestaba. Y venía lo típico.
"Pues si no te gusta lárgate".- Le soltaba yo. -Pero en realidad jamás lo quise-. Era la clásica frase de día martes, que necesitaba decir, pero no quería realmente que pasase.
"Lo haría si pudiera, y lo haré. No lo dudes".- dijiste.
Y lo hiciste... claro que lo hiciste. Y no ése martes. Pero terminaste por irte...
Entonces te apartabas de mi lado. Yo me daba una ducha. Y me acostaba.
Ahí llegabas tú. Con prepotencia, claro. Como creyéndote dueña.
Y apagabas la puta luz.
Odiaba que apagaras la luz sin preguntarme. Odiaba cada diminuta cosa que hacías.
Hasta que entonces,y para sorpresa de ambas... rompiendo la rutina de día martes...
Me levanté enfurecida, -Y ni siquiera sé el porqué de mi molestia, pero sentía que te odiaba tanto. Dios, que si no te hubiese amado como te amaba, juro por lo que más he querido en la vida, que eres tú, que te habría matado. Sí. Hubiese enterrado un cuchillo directo a tu pecho. Y no una vez. Cientos de veces. Quizás así no te hubieses ido....-, prendí la puta luz, y dije lo que no debí decir jamás.
"¡¿Ya no me amas, es eso, no?!"
Te levantaste y dijiste un cortante: "Da igual".
-Y vaya que no lo demostré, pero mi corazón se rompió, y no en dos, ni en tres, ni en cuatro partes. Sino en millones.-
"Entonces toma tus putas cosas y te vas. No te soporto más. Te odio. Odio cada cosa de ti. Eres una perra. No sé qué hago contigo. ¡Mírate!, ni siquiera eres bonita- mentí- Ni exitosa. No tienes nada. Jamás estarás a mi altura."
No derramaste ni una sola lágrima. -Y creo que eso fue lo que más me dolió, porque sé, que en otros tiempos, habrías rompido en llanto, mas no fue así. ¿Tan cansada estabas de mí?- y dijiste:
"Sí. Tienes razón. Jamás estaré a tu altura. Y sí. No soy bonita. Tampoco exitosa. No soy nada." -Hiciste una pausa- y luego agregaste: "No soy nada a tu lado"...
-Hiciste otra pausa, como la de alguien que traga su propio nudo en la garganta para evitar llorar- y agregaste: "Quizás me odies. A estas alturas ya ni sé. Pero yo sí sé qué siento por ti, y lo que sé, es que me tienes harta. Tanto así que he intentado ignorarte por mucho tiempo, a ver si así tu estúpida cabeza hueca se da cuenta de que ya no te aguanto. De que me está comiendo la impaciencia de conocer a alguien más y largarme. De que me agotas. Y que, para lo único que me vienes sirviendo el último tiempo, es para quitarme las ganas. Y ya ni eso haces bien". -Me lancé a empujarla, y me quitó las manos de encima- para agregar: "Jamás te creí cuando me dijiste que eras una mierda. Ni una sola vez. Jamás. Siempre estuve a tu lado. Te aguanté y te quise como nadie. Pero perdiste la magia. No entendía cómo es que alguien tan bonita, y tan inteligente como tú, podía estar sola, y más aún, fijarse en mí. Pero ahora todo calza. ERES UNA BASURA. ERES LO QUE NADIE QUERRÍA TENER AL LADO. ERES UN PARÁSITO QUE INTENTA MANIPULAR TODO A SU ANTOJO. BAJAS EL AUTOESTIMA DE LAS PERSONAS PARA QUE DEPENDAN DE TI, PERO SÓLO LO HACES POR QUE ERES TÚ LA DEPENDIENTE. Y sí, me voy a ir. Pero no hoy. Estoy demasiado dolida y demasiado agotada. Quizás la próxima semana. Quizás en un mes. Pero entiende, psicótica enferma, ya no quiero más guerra, déjame dormir de una puta vez".
Sinceramente, no sé qué cara habré puesto. Pero algo en mí hizo click. Y sólo pude tenderme en la cama y acurrucarme. Me sentía humillada. Vencida. Patética y sola, muy sola.
-Se apagó la luz-
-Silencio-
-Me abraza, me da un beso en la mejilla y musita un cálido y frágil: "Te amo y siempre será así, pero nos hacemos daño".
-Le tomo la mano, entrelazamos los dedos, y dormimos.-
sábado, 20 de junio de 2015
Somos.
Somos huracán.
Somos tormenta.
Somos hielo.
Somos prisa.
Somos la cuchilla que deja la herida.
Somos sol.
Somos paz.
Somos fuego.
Somos calma.
Somos caricias consentidas.
Somos lo que odiamos, y odiamos lo que somos.
Somos lunes por la mañana, y somos viernes en la noche.
Echamos raíces y nos creemos libres.
Somos vida y fingimos ser muerte.
Somos llanto camuflados de risas.
Somos felicidad disfrazada de tristeza.
Cansancio, Amargura.
Somos nuestra canción favorita.
Somos lluvia en invierno.
Somos aves en primavera.
Somos agua en el mar.
Somos la noche estrellada, y la neblina de las mañanas.
Somos el último aliento.
Somos la batalla perdida.
Somos un corazón roto intentando ser curado.
Somos todo y somos nada.
Somos sin querer.
Queremos no ser.
Somos nuestra peor y mejor decisión.
Somos desdicha.
Somos caída.
Somos lo que temíamos llegar a ser.
Somos tormenta.
Somos hielo.
Somos prisa.
Somos la cuchilla que deja la herida.
Somos sol.
Somos paz.
Somos fuego.
Somos calma.
Somos caricias consentidas.
Somos lo que odiamos, y odiamos lo que somos.
Somos lunes por la mañana, y somos viernes en la noche.
Echamos raíces y nos creemos libres.
Somos vida y fingimos ser muerte.
Somos llanto camuflados de risas.
Somos felicidad disfrazada de tristeza.
Cansancio, Amargura.
Somos nuestra canción favorita.
Somos lluvia en invierno.
Somos aves en primavera.
Somos agua en el mar.
Somos la noche estrellada, y la neblina de las mañanas.
Somos el último aliento.
Somos la batalla perdida.
Somos un corazón roto intentando ser curado.
Somos todo y somos nada.
Somos sin querer.
Queremos no ser.
Somos nuestra peor y mejor decisión.
Somos desdicha.
Somos caída.
Somos lo que temíamos llegar a ser.
martes, 16 de junio de 2015
Desaparecer.
Una vez más se intenta dar vuelta la página y sólo consigo doblarla un poco más.
Pareciera ser que todas las páginas son iguales.
No busco formar de mi mierda un poema barato, simplemente quiero descargarme. Aquí. Con las letras.
Y lo cierto es que no he escrito. No he hecho nada. Me perdí. Me salí de mi rutina y eso me desconcierta mucho.
Me siento libre y a la vez atrapada.
No tengo nada que me ate, mas mis miedos son mis grilletes.
Mis miedos y mis vicios, claro...
Me siento una mierda, pero no puedo dejar de serlo, Jamás supe cómo.
Sé que nadie entenderá nada.
Sé que ni yo me entiendo ahora.
Sólo quiero pastillas. Muchas pastillas que me saquen de aquí por un segundo.
Necesito mi rutina de hace un año, que me hacía triste, pero me tenía un poco más conforme.
He subido de peso, éso no me tiene nada contenta, pero, para variar, me encuentro aquí, sin hacer nada.
Sigo comiendo como un pavo de navidad al que quieren engordar, y lo peor es que no sé detenerme.
La culpa ya no consigue ganarme, y la comida se queda en mi estómago.
Me siento mal por ello, mas no sé cómo repararlo.
O quizás sí... Pero tal vez ya no quiera.
Quiero encerrarme otra vez.
Quiero dejar de tomar.
Quiero dejar las drogas.
Quiero dejar de comer.
Y quiero dejar de intentar ser feliz.
Quiero hundirme en la mierda de nuevo, pero no lo consigo.
Me siento tan desorientada. No es ésto lo que quería.
Realmente no soy feliz. Ni un poquito.
No soy más feliz que hace un año. Quizás tengo menos problemas. O quizás aprendí a ignorarlos.
Me siento tan, tan, tan vacía.
No tengo ganas ni de escribir.
Ni de adelgazar.
Ni de preocuparme de mí.
Ni de nadie.
Simplemente quiero quedarme aquí, sin hacer nada. Pero me siento inquieta.
Mi mente está dividida en dos posiciones, que si bien son parecidas, ahora mismo parecieran ser completamente opuestas,
Estoy decidida.
Seguiré así.
Seguiré tomando.
Seguiré drogándome.
Seguiré quejándome.
Seguiré desperdiciando mi vida.
Quizás debería volver a enloquecer.
Quizás debería salir de aquí.
Nunca fue tan difícil vivir la realidad, porque jamás la viví por completo.
Quizás debería dejar de comer.
Quizás.
Debería.
Desaparecer.
Pareciera ser que todas las páginas son iguales.
No busco formar de mi mierda un poema barato, simplemente quiero descargarme. Aquí. Con las letras.
Y lo cierto es que no he escrito. No he hecho nada. Me perdí. Me salí de mi rutina y eso me desconcierta mucho.
Me siento libre y a la vez atrapada.
No tengo nada que me ate, mas mis miedos son mis grilletes.
Mis miedos y mis vicios, claro...
Me siento una mierda, pero no puedo dejar de serlo, Jamás supe cómo.
Sé que nadie entenderá nada.
Sé que ni yo me entiendo ahora.
Sólo quiero pastillas. Muchas pastillas que me saquen de aquí por un segundo.
Necesito mi rutina de hace un año, que me hacía triste, pero me tenía un poco más conforme.
He subido de peso, éso no me tiene nada contenta, pero, para variar, me encuentro aquí, sin hacer nada.
Sigo comiendo como un pavo de navidad al que quieren engordar, y lo peor es que no sé detenerme.
La culpa ya no consigue ganarme, y la comida se queda en mi estómago.
Me siento mal por ello, mas no sé cómo repararlo.
O quizás sí... Pero tal vez ya no quiera.
Quiero encerrarme otra vez.
Quiero dejar de tomar.
Quiero dejar las drogas.
Quiero dejar de comer.
Y quiero dejar de intentar ser feliz.
Quiero hundirme en la mierda de nuevo, pero no lo consigo.
Me siento tan desorientada. No es ésto lo que quería.
Realmente no soy feliz. Ni un poquito.
No soy más feliz que hace un año. Quizás tengo menos problemas. O quizás aprendí a ignorarlos.
Me siento tan, tan, tan vacía.
No tengo ganas ni de escribir.
Ni de adelgazar.
Ni de preocuparme de mí.
Ni de nadie.
Simplemente quiero quedarme aquí, sin hacer nada. Pero me siento inquieta.
Mi mente está dividida en dos posiciones, que si bien son parecidas, ahora mismo parecieran ser completamente opuestas,
Estoy decidida.
Seguiré así.
Seguiré tomando.
Seguiré drogándome.
Seguiré quejándome.
Seguiré desperdiciando mi vida.
Quizás debería volver a enloquecer.
Quizás debería salir de aquí.
Nunca fue tan difícil vivir la realidad, porque jamás la viví por completo.
Quizás debería dejar de comer.
Quizás.
Debería.
Desaparecer.
domingo, 31 de mayo de 2015
Eras arte.
Frases hirientes disfrazadas de arte.
Pensamientos perversos engañando a la mente.
Una mente débil que se entregó desnuda a ti.
Una mente que corrompiste como tantas otras.
Pero tu mente favorita.
Mente que resultó ser más perversa y más manipuladora de lo que jamás llegaste a pensar.
Mente que miente y quiere violentamente.
Mente que es más tuya que mía.
Mente que te pertenece.
Porque me transformaste en arte.
Y no te culpo por tomar los pequeños trozos desamparados de esta débil mente y repararla. A tu forma, claro. Siempre tan dañina.
Tampoco te culpo por burlarte de mis emociones, ni de mis decisiones.
Tampoco de mis opiniones. Que, a pesar de que me las preguntabas, jamás las escuchaste realmente.
Siempre me hacías hacer lo que te apetecía. Y cuando me harté.
Cuando quise huir... Ya era demasiado tarde...
Te enredaste en mí y comenzaste a trabajar más duro que nunca.
Tenías miedo a perderme. Porque juntos somos la mejor obra de arte jamás hecha.
Y cuando me convertí en tu kamikaze, te reíste de mí.
Y me hiciste sentir tan ingenua. Indefensa y desamparada.
Porque, aunque no lo creas, yo deseaba ser tu kamikaze. De no ser así, no me imagino por qué aún me duele saber que no puedo volver a ti. Que estoy atada a la otra esquina.
Me duele saber que no regresaré a ti.
Eras arte. Y hablo en tiempo pasado, porque en pasado te convertiste.
Y aunque intentaste volver, después de tanto, ya no es lo mismo.
Porque me hiciste temerte.
Me hiciste, y luego no supiste deshacerme.
jueves, 28 de mayo de 2015
Oh alcohol, mi amor.
Supongo que mi problema comenzó cuando decidí que estar sobria era una elección, y no una obligación.
Me convencí de que soy mejor persona con una botella de tequila encima.
Beber siempre fue el mejor escape a mis problemas, porque si bien, no los solucionaba, el alcohol sabía perfectamente cómo distraerme de aquello que me perturbaba.
Me convencí y convencí a los demás de que no tenía gracia beber si no te ibas a emborrachar.
Y entonces cada vez que bebía sobrepasaba un poquito más el límite.
Hasta que los deshice. Y entonces de pronto ya no tenía límites.
¿Entonces qué...?
Bebía hasta morir.
Era una forma de matar mi personalidad real, y crear una falsa.
Morir para renacer.
Renacer para luego volver a morir, y así.
Entonces lo entendí...
Si jamás estaba sobria, no tendría que matar a nadie, y sería para siempre la muchacha simpática, que alegra a todos y que la pasa bien.
Las primeras veces era gracioso.
Ya saben, despertar en lugares desconocidos, con gente desconocida, vomitada y con esa resaca que sólo me recordaba lo buena que había sido la noche.
Luego... simplemente, dejó de serlo.
Los problemas se las arreglan para seguirte a donde quiera que vayas, incluso a morir de borracha.
Y entonces ya no tenía gracia. Dejó de tenerla.
Y de pronto ya no bebía para pasarla bien. Bebía para dejar de pasarla mal. Y terminaba pasándola peor.
La cosa va mal cuando comienzas a beber sola. Porque... ¿A quién buscas impresionar entonces?
Entonces pasa lo que tiene que pasar, en un abrir y cerrar de ojos, me veo aquí.
Bebiendo para no pensar.
Bebiendo para pensar.
Bebiendo para que pase algo.
Bebiendo para que deje de pasar.
Bebiendo por beber.
Es gracioso porque todo alcohólico dice siempre: "Yo dejaré de beber cuando quiera". Y sí. Doy fe de que es cierto. Yo sí les creo.
El problema es... ¿Quién realmente quiere dejar de beber?
Yo no quiero.
Incluso si lo necesitara, no querría.
Me gusta el alcohol.
Es realmente ridículo.
miércoles, 20 de mayo de 2015
Cien veces si es necesario.
¿Saben lo más doloroso de dejar de
amar a alguien?
Pero, cariño… por terrible y doloroso que sea
obligarme a quererte otra vez, lo seguiría haciendo las veces que fuese
necesario. Porque, indudablemente, amarte es lo que me hace
volver a nacer.
miércoles, 6 de mayo de 2015
Cigarro.
Tomo el cigarro entre mis manos.
Lo analizo lentamente. Es suave y cilíndrico.
Tan tóxico y tan inocente.
Me recuerda muchas personas.
Muchos sentimientos.
Y me recuerda a mí.
Antes y después.
Frágil y letal.
Un cigarro que tiene tanto poder de destruirte como se lo permitas.
Un cigarro que puede, y no puede matarte.
Creo que éso es lo que me gusta del cigarro.
Su poder.
También me gusta su olor.
Ese olor que te envuelve y se impregna.
Y cómo no hablar de su efecto.
Sensación de calma y saciedad.
Angustia y tranquilidad.
Nostalgia y felicidad.
Una fumada y comienzo a notar cómo se consume. Y cómo me consume, también.
Lo aspiro hondo, con la pequeña ilusión de que permanecerá por más tiempo en mí.
Lo aspiro una y otra vez, hasta que ya no queda más que su pequeño filtro, rogándome que por favor encienda otro.
¿Y cómo no concederle el deseo?, si lo he matado intentando quedarme con su esencia.
Enciendo el segundo y después pierdo la cuenta.
Cómo no darme el lujo de hablar de su humo.
Tan efímero y tenebroso.
Tan mágico y difuso.
Y su ceniza. ¡Oh!, su ceniza...
Pétalos muertos danzantes que yace en donde te plazca dejarla.
Ceniza que me recuerda cada meta fallida.
Cada intento que se ha quedado a medias.
Ceniza que me muestra la fragilidad de las cosas. Y su capacidad de volar, hasta con el más mínimo viento.
Ceniza que mancha y cubre todo de un color plomo majestuoso.
Ceniza que huele y se dispersa.
Ceniza es lo que somos.
Ceniza es lo que queda cuando ya no tienes nada más para dar.
Ceniza que te recuerda lo cerca que estás de la muerte.
Yo sólo quiero ser un cigarro.
Tu cigarro.
Capaz de consumirte, y capaz de ser consumida.
Y creo que en cierto modo lo fui.
Después de todo...
El cigarro siempre se consume primero, ¿no?
Lo analizo lentamente. Es suave y cilíndrico.
Tan tóxico y tan inocente.
Me recuerda muchas personas.
Muchos sentimientos.
Y me recuerda a mí.
Antes y después.
Frágil y letal.
Un cigarro que tiene tanto poder de destruirte como se lo permitas.
Un cigarro que puede, y no puede matarte.
Creo que éso es lo que me gusta del cigarro.
Su poder.
También me gusta su olor.
Ese olor que te envuelve y se impregna.
Y cómo no hablar de su efecto.
Sensación de calma y saciedad.
Angustia y tranquilidad.
Nostalgia y felicidad.
Una fumada y comienzo a notar cómo se consume. Y cómo me consume, también.
Lo aspiro hondo, con la pequeña ilusión de que permanecerá por más tiempo en mí.
Lo aspiro una y otra vez, hasta que ya no queda más que su pequeño filtro, rogándome que por favor encienda otro.
¿Y cómo no concederle el deseo?, si lo he matado intentando quedarme con su esencia.
Enciendo el segundo y después pierdo la cuenta.
Cómo no darme el lujo de hablar de su humo.
Tan efímero y tenebroso.
Tan mágico y difuso.
Y su ceniza. ¡Oh!, su ceniza...
Pétalos muertos danzantes que yace en donde te plazca dejarla.
Ceniza que me recuerda cada meta fallida.
Cada intento que se ha quedado a medias.
Ceniza que me muestra la fragilidad de las cosas. Y su capacidad de volar, hasta con el más mínimo viento.
Ceniza que mancha y cubre todo de un color plomo majestuoso.
Ceniza que huele y se dispersa.
Ceniza es lo que somos.
Ceniza es lo que queda cuando ya no tienes nada más para dar.
Ceniza que te recuerda lo cerca que estás de la muerte.
Yo sólo quiero ser un cigarro.
Tu cigarro.
Capaz de consumirte, y capaz de ser consumida.
Y creo que en cierto modo lo fui.
Después de todo...
El cigarro siempre se consume primero, ¿no?
martes, 5 de mayo de 2015
No te pido amor. Tampoco la guerra,
No sé a qué has venido.
No sé a qué se debe tu sonrisa a medio hacer. Como diciendo: "Te extraño, pero no".
No sé a qué se debe tu manía tan tonta de llegar en los peores momentos.
Y más tonta yo, en ese caso, que sigo esperando a que vuelvas.
Esperando tu sonrisa dudosa.
Tus te quiero a medias.
Y tus labios fríos.
No sé qué papel vienes jugando.
No se qué buscas, ni sé con qué te encontrarás.
No sé por qué te cuesta tanto desviar la mirada ahora. Eras buena haciéndolo... ¿Qué pasó?
Preguntas sin respuestas.
Preguntas que jamas te haré.
Preguntas que me hacen dejar de pensar en todo lo demás, y tu nombre viene a mi cabeza como solía ser.
Cuando éramos...
No sé para qué me hablaste...
Si ya empezaba a olvidarte.
¿De qué vamos a hablar?
¿No te bastó con abrir las heridas que prometiste algún día curarme?
¿No te bastaron mis mejores escritos?, ¿las mejores sonrisas?, ¿mis mejores caricias?
Mi vida se fue contigo...
¿Por qué la traes devuelta?
Quédatela.
No la necesito.
No la quiero si no es contigo.
Entonces te digo, con la mayor de las tristezas. Vete.
No te quiero a medias.
No te quiero ahora.
Te quiero para siempre.
Y como sé que no te tengo, pero sí te tuve. Me quedo con éso.
Huye antes de que nos rompamos otra vez.
Sabes huir. Siempre se te ha dado bien.
Huye a tiempo, que ya no tengo nada que perder... pero tú sí.
Y no quiero.
No quiero ser responsable de destruir la poca sonrisa que te queda.
No más.
No contigo.
No contra ti.
No te quiero así. No te quiero mía.
Ni de nadie.
No te quiero existente.
No te quiero cerca.
No quiero quererte.
Déjame el recuerdo roto que has dejado.
Vete.
Por favor.
No te pido amor, tampoco te pido la guerra. No te pido nada, porque jamás me diste algo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)