Tú eras uno de ellos.
Mi mayor sueño.
El más real y complicado.
Tan efímera y sin tiempo.
Y hoy, me alegra decir, que soñé contigo.
Tú y yo. Y cómo me gusta decir esas tres palabras con tanta historia detrás.
Tú y yo felices, como siempre, pero en los sueños parecemos estarlo aún más.
Casi no recordaba lo que se sentía pasar la mano por tu cabello y soltar una carcajada.
Besar tu nariz y tocar con la yema de mis dedos cada parte de tu rostro.
Tocar tus pestañas, y hacerle el amor una y otra vez a tus bellas manos.
Tu mano y la mía unidas. La mejor unión jamás vista.
Pero como siempre, el despertar llega. Y con él viene la realidad.
Realidad en la que no estás.
Realidad que me hace temblar y llorar.
Una mañana rara, sí. Eso ha sido.
Pero maravillosa, a fin de cuentas.
Porque, cariño, despertar y ver un mensaje tuyo es la felicidad más pura que he sentido.
Y con ese mensaje, han vuelto las mariposas que creía muertas.
Y con las mariposas llega el amor.
Amor que creía tener enterrado.
No hay nada que se compare a ver un te amo tuyo.
Y aunque sé de sobra, que esto no cambia nada.
Algo dentro de mí sabe, que sigo siendo tuya.
Y lo seguiré siendo las veces que quieras.
Porque, a pesar de todo, por ti, estaría dispuesta a romperme las veces que sean necesarias.
Mi amor por ti no tiene tiempos ni condicionales.
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