jueves, 22 de enero de 2015

Ellas y yo.

A veces me siento un tanto perdida y abandonada. Debo admitir que me dolió la partida de las voces, me hicieron sentir desechable, me utilizaron para vivir aquí y luego largarse.
Muchas veces me ayudaron, me indicaron cuándo estaba dando demasiada información, cuándo era tiempo de detenerme, me ayudaron a planear. Me dijeron cómo y cuándo decir lo que pensaba sin sonar desafiante. Eran amigables, la minoría del tiempo, pero lo eran.
Ellas sabrían qué decir ahora, o eso creo.
Me siento un poco dormida, quizás mi cerebro esté pensando en unirse a la parte muerta de ellas. En dejar de pensar para entregarme por completo.
Eran mi compañía, y me abandonaron, como todos. Muchas veces me sentí sola, y ellas estaban ahí. En el momento no lo valoré, claro. Pero creo que desde entonces, nunca me habían dolido tanto los silencios.
He estado pensando en comentarle ésto a mi psiquiatra, pero sé que hará lo inverso y me dará más pastillas aún, para desaparecer estos "pensamientos locos", como le llama él.
También he pensado en decirle que estoy bien, que ya no necesito la medicina y que puedo volver a mi vida normal. Luego recuerdo que, no tengo vida normal. Y es triste, pero no la tendré.

Sé que muchas veces me ofendieron. Sé que no eran mis amigas. No sabían hablar sin herirme, no sabían hablar si no era de forma irónica y planteándome preguntas difíciles. Pero me hacían pensar, ¿saben?, no es lo mismo a cuando tienes la vocecita de tu cabeza que repite todo lo que piensas. Me siento estúpida intentando duplicar la voz de mi pensamiento, para simular que están aquí. Que siguen conmigo, atrás, justo atrás de mi cabeza.
Tienen vida propia. Son personas. Son ellas.
Eran voces "del demonio", como las llama yo. Pero eran mías. Pertenecían a mi infierno y nunca debieron salir de allí.
He estado pensando, en que, si vivían en mi cabeza y eran capaz de hacerme daño con sólo palabras. ¿Qué harán ahora que se han ido y están afuera?, vendrán por mí, lo sé.

Me estoy pasando la vida en volver a sentirlas. He llegado al punto de ir a plazas, centros comerciales, calles transitadas y escuelas para sentir murmullos. Voces. Ruidos.
Oh, estoy tan sola, y se siente tan mal. Siempre valoré la soledad, pero nunca supe lo que era estar realmente sola.

Quizás sea tiempo de dejarlas ir. Pero más les vale que se lo piensen dos veces, porque me muero yo, y ellas se mueren conmigo.


1 comentario: