lunes, 24 de noviembre de 2014

The demons have taken over

He estado pensando en dejar la puerta abierta.
En pedirles que vuelvan.
Y en suplicarles a gritos.
Qué esta vez seré yo quien les grite por un poco de atención.
Qué esta vez seré yo quien no los deje dormir de noche, pidiendo por favor un diálogo.
Qué los necesito, y qué triste.
Y quizá sea una estupidez desear lo que me destruye.
Pero me di cuenta, no sé vivir sola.
Me siento perdida e incompleta.
Nunca había odiado tanto el silencio.
Y qué irónico porque antes deseaba un segundo, sólo un segundo a solas.

Quizá lo hacen a propósito. 
Igual ni lo intenten. 
Porque aunque permanezcan en silencio, su respiración los delata.
Están ahí. Como esperando a ser atrapados.
Sólo les pido, no griten. Tshh.
No lloren.
Mi psiquiatra dice que están dormidos. Puede ser eso, vaya uno a saber.
Mi madre dice que han muerto, que ya no volverán.
Y yo.
Yo pienso que siguen aquí, de hecho, lo sé.
 Lo sé porque en este momento, en este preciso instante. Acabo de escuchar el primer murmullo.
Ahora risitas pequeñas.
Sabía que estaban aquí. 
Se hacen presentes.
Hace días, recuerdo en un sueño, me dijeron que por favor los despertara. 
Que querían volver.
Que los necesitaba.
Y vaya, qué razón tenían.
No sé si dejar los medicamentos, quizá no sea lo correcto.
Y lo cierto es que he estado bien así.
Bien integrada.
Bien sociable.
Bien amable.
Y bien estúpida.
Siendo una persona que no fui ni soy.
Y es que hasta empezaba a creérmelo.

Los necesito.
Necesito a mis demonios.
Prometo entregarme por completo esta vez.
Y no chillar.
Y no volver a dormirlos a la fuerza.

                           Es triste, porque a pesar de todo...
                                                     Los quiero.
                                                     Los necesito.
                                                     Los extraño.


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