jueves, 19 de noviembre de 2015

Atarme a la otra esquina.

Dijiste que era tu kamikaze favorito. Y yo estaba dispuesta a serlo por ti.
Hoy, veo que no me queda otra opción, que atarme a la otra esquina, esperando que en algún momento, decidas cortar la cuerda que no me deja volver a ti.
Y quiero que lo hagas... 
Pero te conozco. Te conozco más de lo que te conoces a ti mismo, y sé que no lo harás. 
Sé que terminaré por cortar la cuerda yo sola, y volveré a ti como siempre, pero cada vez más rota. 
¡Y que se joda la libertad!
¡Qué se joda el amor recíproco!
¡Qué te jodas tú!
Pero conmigo.

Perdón por seguir atada a ti. 
Perdón por no olvidarte, y perdóname otra vez, por no saber quererte. 

Y es que lo que estoy diciendo no tiene pies ni cabeza, pero sí corazón. 
Y tienes el mío. Para siempre. 
Tienes mi amor, para ti solo. En todos los tiempos, y sin condicionales. 

Te extraño, y lo cierto es que vengo haciéndolo desde que te conocí. 
No pienses que te estoy dejando, porque eso jamás pasará. 
Sí. Me quedo y me voy. 
Me voy, pero me quedaré siempre. 
A diferencia de ti... que siempre vuelves, pero jamás te quedas. 
Que siempre te vas, pero jamás has venido realmente. 

Gracias por no saber amarme. 
Gracias por todo lo que me diste, que no ha sido poco. 
Gracias por enseñarme que también se puede amar a quien te da migajas. A quien te quiere a medio tiempo. 
Gracias por enseñarme que se puede vivir sin tu otra mitad. 
Gracias por romperme. 
Gracias por no coserme.
Gracias por todo, y gracias por nada. 

Gracias le doy yo a la vida, por ponerte en mi camino. 


Gracias por ser mi luna menguante, mi otra mitad. 

Y si gustas, puedes volver a mí las veces que quieras... Si tan sólo fueses de los que vuelven.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Desde entonces ningún sábado es igual.

No puedo sacar la escena de mi cabeza.
Una y otra vez repitiéndose como cuando repites tu canción favorita.

Día sábado por la noche. Yo, llegando bebida. Te pregunto lo que ya era costumbre para ti, lo que tanto te aburría: "¿Me amas?
Me miras con cara de furia, te acercas a mí y me empujas: "Estás borracha, ¡otra vez estás borracha!"
Me acerco para darte un beso, pero es inútil. En tus ojos veo la mirada. Esos ojos de odio que me venías poniendo desde hace un tiempo.
-¿Qué te pasa? .-y me caigo al piso porque siento que ya no puedo permanecer de pie.
-"Nada, simplemente me das asco."- Me dices sin ningún remordimiento.
-Me pongo a llorar patéticamente, como una borracha dolida que sufre por amor-
Y agrego: "Pues entonces vete, maldito parásito", .-y suelto una carcajada de esas burlescas que tanto odias.
"No falta tanto para eso; créeme. Pero, ¿parásito yo?, cariño, la que llega bebida todos los días de la semana, eres tú".
Y te odié por decirme eso. Dios... te odié como nunca había odiado a alguien.
Me pongo de pie con ayuda de la mesa de centro, y voy al baño. Me meto bajo la ducha y dejo el agua fría correr por mi cuerpo.
Una vez ya más compuesta, salgo como puedo y me voy directo a la cama.
Me empujas con una fuerza que no pensaba que tenías, y me gritas: "¡Basta! ¡Estás mojando todo!
Caigo al piso, y me echo a reír.
Me miras con cara de súplica. Y me imploras: "Por favor... déjame ir".
Y yo le digo: "No sabes en qué estás metida... simplemente no sabes. Ni aunque quieras puedes irte. Jamás podrás". Y me sigo riendo sin poder mover ni un musculo de tan borracha. Las ganas de vomitar se apoderan de mí, y en menos de lo que canta un gallo, ahí está, todo sucio. Vómito por todas partes.
Te agachas y me recoges el cabello. Me haces cariño en la cabeza y me llevas al baño. Me dejas allí, te vas a limpiar la mierda llorando, porque escucho los sollozos desde el baño, y una mueca sale de mi rostro sin querer. La mueca de quien ha triunfado. Esos sollozos me declaran la ganadora.
Vuelves al cuarto de baño con una taza de café. Me dejas allí.
Cuando logro encontrarme mejor, ya no estás...
Te llamo y te llamo al celular, pero comienza a sonar tu bolso.
Reviso tus cosas y ni siquiera llevaste dinero. Entonces lo entiendo... estás con alguien.
La mueca pronto desaparece, y comienzan a brotar las lágrimas.
Me tapo la cara con las manos y las voces aparecen.
Hago mierda tu ropa, la corto en mil pedazos con aquellas tijeras viejas de la cocina.
Tomo tu dinero y lo boto al escusado.
El estado de manía me persigue y no puedo hacer nada para calmarme.
Voy hacia nuestra habitación y tomo todas nuestras fotos y las pongo en lugares estratégicos, con mensajes bastante agresivos.
Enciendo el gas de la cocina.
Comienza a ponerse denso el ambiente, en cualquier minuto siento que voy a caer dormida.
Se abre la puerta, y tu cara de estupefacción es sublime. Corres hacia la cocina y te vuelves hacia mí.
Me dices: "Estás enferma..." .-Y te largas a llorar.
Te acercas y me muestras la bolsa de la farmacia. Habías ido a comprar sales de frutas para mi borrachera.
El corazón se me aprieta, y sólo sé que la he cagado.
Te miro a los ojos, y digo: "Pues ya ves... pensé mal".
-Te tiras conmigo al piso, te pones en posición fetal y nos abrazamos. Pasas la mano por mi cabello, y me susurras: "Jamás te dejaré, aunque me vaya".



martes, 3 de noviembre de 2015

Pronto.

Siempre me gustó cambiar. 
Cambiar de ropa, 
de estilo, de amigos,
y por sobre todo, de personalidad. 
Me gusta fingir.
Finjo personalidades obsoletas, con la intención de ponerlas de moda. 
Y también a veces resulta tentador fingir la personalidad que se está llevando de moda. 
¿Cuál me sienta mejor?, ¿Cuál es más codiciada?
Lo hago a menudo. No puedo evitarlo, es parte de mí. 
Aunque no es tan extraño. 
A veces me calma pensar que todas las personas hacen lo mismo, simplemente no se dan cuenta, o se afianzan demasiado a un solo personaje porque son demasiado estúpidas para hacer el cambio. 
Y es que cambiar requiere disciplina. Perseverancia. Y a mí me sobran ambas.

Justamente eso hice. Me volví perezosa. 
Me afiancé a la peor personalidad que he escogido, la que está de moda hoy en día. 
Ya saben de cuál hablo. La drogadicta, que no piensa en los problemas y vive el día a día porque: "La vida es una sola". Me siento estúpida de sólo admitirlo. 
Aunque, por un momento fui feliz, no lo niego. 
Disfruté algunas partes.
Comía sin pensar demasiado en sus calorías. 
Me drogaba y alcoholizaba hasta no saber de nadie ni nada. 
Vi películas tontas, y leí libros aún más tontos. 
No pensaba más allá del primer paso de nada, esa era la clave. Vivía el momento. Hacer algo y joderte, porque eres demasiado perezosa como para cambiarlo. 
Conformarte. Volverte mediocre. 
Me bebía una cerveza y no pensaba en cómo reciclar la lata, o sobre lo mucho que me engordaría. 
Me dediqué a ser una estúpida. Una más de tantas. 
Desperdicié una parte de mi vida. Así, sin más. 

Mientras más tonta y superficial me volvía, más feliz me sentía. 
Pero es una felicidad falsa. Porque, en el fondo, sé que no es así. Que estoy fingiendo. Y me odié por no tener la fuerza para cambiar. 
Y probablemente fui más feliz así, que en cualquier otra etapa de mi vida. 
Fui más feliz fingiendo ser otra persona, y me apena admitirlo. 

Pero ahora lo entiendo. Tengo que parar, porque no es real. ¡No soy yo, maldita sea!
Me esforcé mucho por ser despreocupada. Pero resultó ser insostenible. 
De modo que tengo que cambiar. 
Porque, fingiendo ser otra persona, me di cuenta de que tengo una personalidad real. La cual es mucho mejor, más interesante, complicada, desafiante, e inteligente que la personalidad falsa que estoy llevando ahora. 
Así que sí, hasta aquí llega todo. 
Se viene un cambio. Uno de los buenos. 
Se verá lo que nunca antes ha sido visto. YO. 
Un yo REAL. 
Un yo que me encanta. Que es brillante y preocupada. Disciplinada, y estática. 

Quiero ver la cara de todos cuando me quite la máscara...