domingo, 31 de mayo de 2015

Eras arte.

Frases hirientes disfrazadas de arte. 
Pensamientos perversos engañando a la mente. 
Una mente débil que se entregó desnuda a ti. 
Una mente que corrompiste como tantas otras. 
Pero tu mente favorita. 

Mente que resultó ser más perversa y más manipuladora de lo que jamás llegaste a pensar. 
Mente que miente y quiere violentamente. 
Mente que es más tuya que mía. 
Mente que te pertenece. 
Porque me transformaste en arte. 

Y no te culpo por tomar los pequeños trozos desamparados de esta débil mente y repararla. A tu forma, claro. Siempre tan dañina. 
Tampoco te culpo por burlarte de mis emociones, ni de mis decisiones. 
Tampoco de mis opiniones. Que, a pesar de que me las preguntabas, jamás las escuchaste realmente. 

Siempre me hacías hacer lo que te apetecía. Y cuando me harté. 
Cuando quise huir... Ya era demasiado tarde... 
Te enredaste en mí y comenzaste a trabajar más duro que nunca. 
Tenías miedo a perderme. Porque juntos somos la mejor obra de arte jamás hecha. 

Y cuando me convertí en tu kamikaze, te reíste de mí. 
Y me hiciste sentir tan ingenua. Indefensa y desamparada. 
Porque, aunque no lo creas, yo deseaba ser tu kamikaze. De no ser así, no me imagino por qué aún me duele saber que no puedo volver a ti. Que estoy atada a la otra esquina. 
Me duele saber que no regresaré a ti. 

Eras arte. Y hablo en tiempo pasado, porque en pasado te convertiste. 
Y aunque intentaste volver, después de tanto, ya no es lo mismo. 
Porque me hiciste temerte. 



                         Me hiciste, y luego no supiste deshacerme.  


jueves, 28 de mayo de 2015

Oh alcohol, mi amor.

Supongo que mi problema comenzó cuando decidí que estar sobria era una elección, y no una obligación. 
Me convencí de que soy mejor persona con una botella de tequila encima. 

Beber siempre fue el mejor escape a mis problemas, porque si bien, no los solucionaba, el alcohol sabía perfectamente cómo distraerme de aquello que me perturbaba. 
Me convencí y convencí a los demás de que no tenía gracia beber si no te ibas a emborrachar. 
Y entonces cada vez que bebía sobrepasaba un poquito más el límite. 
Hasta que los deshice. Y entonces de pronto ya no tenía límites.  
¿Entonces qué...?

Bebía hasta morir. 
Era una forma de matar mi personalidad real, y crear una falsa. 
Morir para renacer. 
Renacer para luego volver a morir, y así.
Entonces lo entendí...
Si jamás estaba sobria, no tendría que matar a nadie, y sería para siempre la muchacha simpática, que alegra a todos y que la pasa bien. 

Las primeras veces era gracioso. 
Ya saben, despertar en lugares desconocidos, con gente desconocida, vomitada y con esa resaca que sólo me recordaba lo buena que había sido la noche. 
Luego... simplemente, dejó de serlo. 
Los problemas se las arreglan para seguirte a donde quiera que vayas, incluso a morir de borracha. 
Y entonces ya no tenía gracia. Dejó de tenerla. 
Y de pronto ya no bebía para pasarla bien. Bebía para dejar de pasarla mal. Y terminaba pasándola peor. 
La cosa va mal cuando comienzas a beber sola. Porque... ¿A quién buscas impresionar entonces?

Entonces pasa lo que tiene que pasar, en un abrir y cerrar de ojos, me veo aquí. 
Bebiendo para no pensar. 
Bebiendo para pensar. 
Bebiendo para que pase algo. 
Bebiendo para que deje de pasar. 
Bebiendo por beber.

Es gracioso porque todo alcohólico dice siempre: "Yo dejaré de beber cuando quiera". Y sí. Doy fe de que es cierto. Yo sí les creo. 
El problema es... ¿Quién realmente quiere dejar de beber? 
Yo no quiero. 
Incluso si lo necesitara, no querría. 
Me gusta el alcohol.
Es realmente ridículo.





miércoles, 20 de mayo de 2015

Cien veces si es necesario.

¿Saben lo más doloroso de dejar de amar a alguien?
Creo que, lo más doloroso de dejar de amar a la persona amada, es obligarse a quererle otra vez. Y lo más terrible de intentar volver a querer a alguien, es, que jamás sentirás lo que sentiste en su momento. 



Pero, cariño… por terrible y doloroso que sea obligarme a quererte otra vez, lo seguiría haciendo las veces que fuese necesario. Porque, indudablemente, amarte es lo que me hace volver a nacer.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Cigarro.

Tomo el cigarro entre mis manos.
Lo analizo lentamente. Es suave y cilíndrico. 
Tan tóxico y tan inocente. 
Me recuerda muchas personas. 
Muchos sentimientos. 
Y me recuerda a mí. 
Antes y después. 
Frágil y letal. 
Un cigarro que tiene tanto poder de destruirte como se lo permitas. 
Un cigarro que puede, y no puede matarte. 
Creo que éso es lo que me gusta del cigarro. 
Su poder.
También me gusta su olor. 
Ese olor que te envuelve y se impregna. 

Y cómo no hablar de su efecto. 
Sensación de calma y saciedad. 
Angustia y tranquilidad. 
Nostalgia y felicidad. 

Una fumada y comienzo a notar cómo se consume. Y cómo me consume, también. 
Lo aspiro hondo, con la pequeña ilusión de que permanecerá por más tiempo en mí. 
Lo aspiro una y otra vez, hasta que ya no queda más que su pequeño filtro, rogándome que por favor encienda otro. 
¿Y cómo no concederle el deseo?, si lo he matado intentando quedarme con su esencia. 
Enciendo el segundo y después pierdo la cuenta. 

Cómo no darme el lujo de hablar de su humo. 
Tan efímero y tenebroso. 
Tan mágico y difuso. 

Y su ceniza. ¡Oh!, su ceniza...
Pétalos muertos danzantes que yace en donde te plazca dejarla. 
Ceniza que me recuerda cada meta fallida. 
Cada intento que se ha quedado a medias. 
Ceniza que me muestra la fragilidad de las cosas. Y su capacidad de volar, hasta con el más mínimo viento. 
Ceniza que mancha y cubre todo de un color plomo majestuoso. 
Ceniza que huele y se dispersa. 
Ceniza es lo que somos. 
Ceniza es lo que queda cuando ya no tienes nada más para dar. 
Ceniza que te recuerda lo cerca que estás de la muerte.



Yo sólo quiero ser un cigarro. 
  Tu cigarro. 
    Capaz de consumirte, y capaz de ser consumida. 
      Y creo que en cierto modo lo fui. 
         Después de todo...
           El cigarro siempre se consume primero, ¿no?

martes, 5 de mayo de 2015

No te pido amor. Tampoco la guerra,


No sé a qué has venido.
No sé a qué se debe tu sonrisa a medio hacer. Como diciendo: "Te extraño, pero no".
No sé a qué se debe tu manía tan tonta de llegar en los peores momentos.
Y más tonta yo, en ese caso, que sigo esperando a que vuelvas.
Esperando tu sonrisa dudosa.
Tus te quiero a medias.
Y tus labios fríos.

No sé qué papel vienes jugando.
No se qué buscas, ni sé con qué te encontrarás.
No sé por qué te cuesta tanto desviar la mirada ahora. Eras buena haciéndolo... ¿Qué pasó?

Preguntas sin respuestas.
Preguntas que jamas te haré.
Preguntas que me hacen dejar de pensar en todo lo demás, y tu nombre viene a mi cabeza como solía ser.
Cuando éramos...

No sé para qué me hablaste...
Si ya empezaba a olvidarte.
¿De qué vamos a hablar?
¿No te bastó con abrir las heridas que prometiste algún día curarme?
¿No te bastaron mis mejores escritos?, ¿las mejores sonrisas?, ¿mis mejores caricias?

Mi vida se fue contigo...
¿Por qué la traes devuelta?
Quédatela.
No la necesito.
No la quiero si no es contigo.

Entonces te digo, con la mayor de las tristezas. Vete.
No te quiero a medias.
No te quiero ahora.
Te quiero para siempre.
Y como sé que no te tengo, pero sí te tuve. Me quedo con éso.

Huye antes de que nos rompamos otra vez.
Sabes huir. Siempre se te ha dado bien.
Huye a tiempo, que ya no tengo nada que perder... pero tú sí.
Y no quiero.
No quiero ser responsable de destruir la poca sonrisa que te queda.

No más.
No contigo.
No contra ti.
No te quiero así. No te quiero mía.
Ni de nadie.
No te quiero existente.
No te quiero cerca.
No quiero quererte.
Déjame el recuerdo roto que has dejado.
Vete.
Por favor.


No te pido amor, tampoco te pido la guerra. No te pido nada, porque jamás me diste algo.