miércoles, 11 de marzo de 2015

Déjame quedarme.

Déjame tomar tu mano una vez más.
Sentir el olor de tu pelo.
Y pasar la mano por tu abdomen y soltar una carcajada de esas que te gustan.
Déjame respirar tu dolor, porque aún dueles.
Déjame ser el fuego y el extintor.
El cigarro y la ceniza.
El te amo y el te odio.
El tú y yo.
Déjame quererte.
Déjame quedarme.

Qué un beso tuyo no es beso si no hay un te quiero de por medio.
Qué no me basta una caricia tuya si no me prometes quedarte.
Y qué no me sirve que vengas para después marcharte.
Qué si me amas te quedas. Con mis defectos y mis fallos. Con mi amor incondicional.
Y si me amas girarás la cabeza una vez más para ver cómo me derrumbo.
Qué si en verdad me amas, vendrás.

Qué no me importa, amor, quedarme anclada a ti de por vida.
Qué no me importa besarte los pies una vez más.
No me importa que seas todo lo que odio en una persona.
Y no me importa si intentes romper mis ideales.
Qué no me importa si me matas el orgullo, o me escupes en la cara.
No me importa si me mientes o ya no me quieres.
Qué no me importa si te acuestas con otra, mientras dejas que me quede.

       Y ahora lo entiendo. Jamás fuimos. Jamás fui.
             Fuiste. Sólo tú.
                 Fuiste y eres. Porque te hice yo.
                    Fuiste, eres y serás, porque así lo dicto.
                       Y no me importa que seas sin mí.
                            Sin nosotros.
                                Pero por favor.
                                   Déjame quedarme. 




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