Hoy, doce de marzo, necesito revelar, que aún te quiero.
Que te quiero y te querré todo lo que dure la eternidad.
Que eres mi medio limón.
Mi guante izquierdo. Y que yo sigo siendo tu imposible mano derecha.
Que eres mi todo.
Te escribo para informarte, que sigues siendo la única. Mi una en un millón. En mil millones.
Que hoy, un doce de marzo, he vuelto a llorar porque no estás aquí.
Que no pasa ningún día en el que no te tenga presente.
Y es que a veces pienso que cometí un error en compartir tantas cosas. Tantos momentos, comidas, lugares, y canciones.
Te entregué mi vida, y te fuiste sin ella.
Me dejaste incompleta.
Vacía.
Y triste.
Juro que seguiría escribiendo, pero el tiempo sin ti me ha vuelto débil, y ya no puedo escribirte sin que me tiemble la mano, se me acelera el corazón, y llore.
¿Y cómo no llorar?, si he perdido lo que más quería. Que era tu amor.
Doce de marzo, y han pasado cinco años.
Y yo aquí.
Extrañándote.
Llorándote.
Pensándote.
Y por sobre todo, amándote.
Amándote como a todos, pero a ti siempre un poquito más.
¡Y qué digo! MUCHO MÁS.
Siempre más.