miércoles, 23 de noviembre de 2016

Días como hoy.

Es curioso como después de tanto tiempo retomo lo olvidado. Mi papel. Mi lápiz. Mis ideas, y mis penas. 
Y es curioso, que después de tanto, y de tantos, termine aquí... donde mismo. Donde siempre. Mi sitio, mi lugar. 
Me siento un poco torpe... no he escrito hace meses, y sinceramente no sé ni por donde empezar. 
Ha pasado tanto. He pasado por tanto...
He conocido gente.
He conocido lugares. 
Y experiencias. 

Me gustaría poder decir que también me he conocido más a mi misma, pero creo que estaría mintiendo, porque más bien, me he olvidado de mí. 

He estado esforzándome en dejar de ser yo, y con ello he dejado de escribir, de leer, y básicamente de pensar. 
Me he convertido en una versión mía que gusta a todos, menos a quien realmente debería gustar, a mí.

Pero lo cierto es que llevo un tiempo sintiéndome inútil, indecisa, y torpe... 

Me he dedicado a usar personas, quizás en busca de sentir algo. 
No quiero pensar que he estado perdiendo el tiempo, pero la verdad es que he hecho justamente eso.
He perdido mi tiempo, y he ganado a cambio el tiempo de otros. 
A veces pienso, en que quizá esto sea lo mejor para los demás, mas no para mí. 
Y también pienso en que quizá es tiempo de dejar de ser egoísta, y en que si esta versión de mí hace feliz a los demás, ¿por qué no quedarme así?
Y a veces me hace gracia, porque muchas personas me han felicitado por lo que soy. Dicen que estoy volviendo a ser lo que realmente era. Que están felices, contentos, y alegres de que por fin he vuelto. 
Y ahí es cuando pienso... pienso en todo lo que pasé, en lo que viví, en lo que me convertí... y no me siento yo. 
Es curioso... porque nunca me sentí tan yo misma como cuando estaba hundida en la mierda. 
Y ahora me siento como fingiendo. Todo el tiempo. 
Y me agota.
Y me cansa. 
Y me dan ganas de decir: Basta.
Pero no lo hago. Quizá por cobarde. Quizá por valiente. O quizá porque no soy tan egoísta como solía ser, y prefiero ver a los demás felices con lo que soy ahora, que estar yo feliz dañando a la gente. 

Siempre me sentí como un vampiro emocional. Uso a los demás para yo sentir algo. Les robo la energía, y cuando veo que ya no puedo sacar más, me busco a una nueva persona, y me olvido del daño que causé. 

Ahora, sin embargo, siento que la gente es la que me roba la energía a mí. Que me agotan. Que me usan. Y que me causan daño. 

Sé que lo que estoy escribiendo no tiene sentido ni razón, pero tiene algo; mi esencia. Mi verdadero yo. Y supongo que con eso me basta. 


Y es que, ¿a quién engaño? no sé qué hacer. Esa es la gran verdad. 

Porque hay días en los que pienso: "Sí, vamos, consume mi energía. Puedo sacar mucha más. Llénate de mí, no me importa. Úsame". Y otros días en los que simplemente quiero acurrucarme como antes; como ahora, y escribir. Y pensar. Y llenarme de mí, que tanta falta me hago. 
Pero siempre he sido mala buscando el equilibrio. Y todo acaba como acaba. 

También me preocupa ser siempre así. 

Me preocupa no dejarme querer. 
Me preocupa no poder querer a otros. 
Me preocupan tantas cosas... 
Y es que me paso la vida preocupada. Ese es mi problema. Lo analizo todo. Cada detalle. Cada cosa. Todo. 

No soy capaz de seguir escribiendo, así que supongo que lo dejaré hasta aquí. No sé hasta cuándo. 


"No sé" en eso se resume mi vida. 

En no saber. 



viernes, 11 de marzo de 2016

Un doce de marzo.

Un doce de marzo cobro valor para escribirte, otra vez. 
Hoy, doce de marzo, necesito revelar, que aún te quiero. 
Que te quiero y te querré todo lo que dure la eternidad. 
Que eres mi medio limón. 
Mi guante izquierdo. Y que yo sigo siendo tu imposible mano derecha.
Que eres mi todo.

Te escribo para informarte, que sigues siendo la única. Mi una en un millón. En mil millones.
Que hoy, un doce de marzo, he vuelto a llorar porque no estás aquí. 
Que no pasa ningún día en el que no te tenga presente. 
Y es que a veces pienso que cometí un error en compartir tantas cosas. Tantos momentos, comidas, lugares, y canciones. 
Te entregué mi vida, y te fuiste sin ella. 
Me dejaste incompleta. 
Vacía. 
Y triste. 

Juro que seguiría escribiendo, pero el tiempo sin ti me ha vuelto débil, y ya no puedo escribirte sin que me tiemble la mano, se me acelera el corazón, y llore.
¿Y cómo no llorar?, si he perdido lo que más quería. Que era tu amor. 




Doce de marzo, y han pasado cinco años. 
Y yo aquí. 
Extrañándote. 
Llorándote. 
Pensándote. 
Y por sobre todo, amándote. 
Amándote como a todos, pero a ti siempre un poquito más. 
¡Y qué digo! MUCHO MÁS. 
Siempre más.