jueves, 10 de diciembre de 2015

No quiero.

No quiero salir. 
No quiero esforzarme en parecer feliz. 
No quiero pensar. 
Ni hablar. 
Ni escribir... pero es que si no lo hago me muero.
No quiero lamentarme, ni tampoco quiero buscar el lado positivo de las cosas. 
No quiero recordar el pasado, porque aún me duele. 
No quiero pensar en ella, ni en todos los que quedaron atrás. 
Simplemente, no quiero. 
No quiero existir.

No quiero una palabra de ánimo. 
Ni tampoco quiero ser atacada por estar mal. 
No quiero que me compadezcan, pero tampoco quiero que me tachen de negativa. 
No quiero que me noten. 
Quiero ser invisible. 
Quiero desaparecer. 

No quiero que me digan que estoy delgada. 
Ni quiero que me digan que he engordado. 
No quiero que me digan que soy bonita. 
Y tampoco quiero que me digan que doy asco. 

No quiero tener un rostro. 
Ni un cuerpo. 
Tampoco quiero tener alma, aunque ya ni sé si la tengo. 
Simplemente no quiero más.

No quiero quererte. 
Y tampoco me importa que me quieras. 
Aunque bien sé, que no lo haces. 

No quiero verte con otra persona. 
Pero tampoco quiero verte conmigo. 
No me apetece dar vuelta la página. 
Porque simplemente ya me dieron ganas de quemar el libro. 

No quiero ser mi piedra de tope. 
Y tampoco tengo ganas de cumplir mis metas. 
No quiero irme. 
Pero tampoco quiero quedarme. 
Quiero no ser. 

No quiero tener una varita mágica, ni soñar con mi vida perfecta. 
Tampoco quiero quedarme en la cama, mirando a la nada. 
No tengo fuerzas para moverme, pero tampoco quiero estar quieta. 
Quiero morir. 
O más bien, no quiero vivir. 

Me cansé de ser. 
Me cansé de estar. 
Me cansé de esperar. 

No quiero tener expectativas. 
No quiero nada. 
No quiero mi vida.
No quiero a nadie. -salvo a ti-
No me quiero. -y creo que ahí radica todo- 


Estoy cerca de poner fin a todo, y no quiero ser detenida. 
Se acaba la función, se apagan las luces, pueden marcharse. 
Que yo me he marchado hace años.


martes, 8 de diciembre de 2015

Sólo tú.

Todo me recuerda a ti. 
Aunque, no precisamente a ti, más bien a nosotros. 
A ti y a mí. A nuestras travesías. Nuestros besos. Nuestras risas. Nuestros llantos. Nuestras quejas. 
Mis gritos, tus golpes a la pared. 
Mi risa sarcástica, y tus lágrimas programadas. 
Mis frases hirientes, y tus golpes de furia. 
También recuerdo los miércoles de películas, y tu manía de dormirte en la mejor parte. 
Recuerdo cuando leías, y yo observaba cada cuánto cambiabas la página, porque si te demorabas más de cinco minutos en cambiarla, yo ya daba por hecho que estabas pensando en otra persona. O que simplemente me estabas ignorando. 
Recuerdo que te gustaba ir con el móvil al baño, y yo te lo escondía para que no pudieses hablar con nadie ahí dentro.  
Hablemos también, de cuando te enfurecías porque dejaba las toallas del baño mojadas. 
O de cuando quemé tu libro favorito porque en la página 63 tenías la carta de tu ex. 
O mejor hablemos de cuando me dejaste encerrada en la habitación por 3 horas, porque no querías que fuese a comprar el detergente, porque creías que el muchacho que vendía allí quería algo conmigo.  
También puedo recordar cuando me dejabas mensajes por toda la casa, porque te gustaba que yo al despertar tuviese que recordar obligatoriamente que me amabas, que estaba contigo.  
De la vez que te tatuaste mi nombre con tinta de lápiz y una aguja.
Y cuando terminamos te rebanaste la piel con el cúter porque me odiabas. -Pagaría por ver tu cara cada vez que miras la cicatriz tan fea que te quedó- 
Y vaya que besé esa cicatriz. Una y mil veces. 
"Ahora estaré para siempre contigo", te decía con aquella sonrisa que tanto detestabas. 
Me gusta pensar que estás con tu pareja actual y te pregunta el significado de aquella cicatriz. Y me gusta imaginar que todos estos recuerdos pasan por tu mente como flashbacks, y sólo puedes responder: "nada", porque te da celos y vergüenza que alguien más sepa las atrocidades que hacíamos. 
Me gusta recordar cuando pasábamos horas discutiendo por cosas triviales. 
Me gusta recordar que era la persona más feliz del mundo cuando despertaba y sentía el olor de tu perfume en mi almohada. 
Me gustas tú. 
¡Bah!, qué digo. Me gustabas.
Porque ya no eres ni la mitad de lo que solías ser. 
Porque sólo eres atractivo cuando estás conmigo. 
Porque yo te hacía ser esa explosión de sensaciones y contradicciones que tanto odiabas. 
Porque por separado te detesto. 




Porque sin mí, sólo eres tú. Y entonces, automáticamente dejas de tener gracia.