Te dibujé mil iconos buscando tu figura de ángel pasajero.
Te aprendí de memoria. Cada parte. Cada detalle.
Te quise y te amé.
Te busqué y te encontré.
Me dejaste y nos dejamos.
Me rompiste y nos rompimos.
Me olvidaste y...
Y es que me cuesta entender esa capacidad que tienes para olvidar.
Yo con tan buena memoria y tú tan amnésico.
Yo tan tuya y tú tan libre.
Te escribo desde el cansancio.
El cansancio que me produce siquiera pensarte. Pensarnos.
Te escribo desde el te quiero. En presente, porque así lo siento.
Te quise en pasado, te quiero en presente y a quién engaño, te querré en el futuro también.
Porque aunque estamos condenados a no ser, yo a diferencia tuya, sí soy. Y sí fuimos. No me lo vuelvas a negar. Por favor. No más.
Me duele escribirte, y es que siempre que intento plasmar mis sentimientos por ti en el papel me tiembla la mano. Se me eriza la piel. Y me siento débil.
Me duele escribirte porque sé que cada vez que te escribo voy dejando una pequeña parte de nuestro amor impregnada en las letras.
Es como comenzar a entender a la idea de que ya no somos. De que pudimos ser. Y me rompe.
Es irónico porque sigues rompiéndome después de tanto tiempo. Sigues doliendo. Tanto o más que antes.
Lo peor de todo, es que ya no estás, y no vas a estarlo.
No te tengo para pedirme perdón.
No te tengo para volver a empezar.
No te tengo para que me beses la herida y me digas "todo está bien".
No te tengo para amarte.
Y es que no sabíamos amarnos, sí. Pero lo hicimos. A nuestra forma.
Mal o bien.
Pero lo hicimos.
No me cabe duda, al menos yo lo hice.
Porque, mi amor, si no fuese así, no te estaría llorando en éste preciso instante.
Nos estaremos viendo, pronto.
Siempre tuya. T.Q.Y.M.E.P.